Cuando
una persona se enfurece, se activan ciertas glándulas
del organismo. Esto conduce a una vertiente de adrenalina y otras hormonas
estresantes, que llevan al cuerpo a sufrir consecuencias notablemente
desagradables El rostro se enrojece, aumenta la presión
sanguínea,
la voz se alza a un tono más
fuerte, la respiración
se hace más
rápida
y menos profunda, los latidos del corazón
se tornan más
intensos y los músculos
de los brazos y las piernas se estrechan. El cuerpo entra en un estado de
excitación.